¡YA ESTOY LISTA, MARTINA!

06/05/2015 2:14 pm
Foto: Alejandra Martins

Foto: Alejandra Martins

En Panamá por ley tienes que irte a tu casa varias semanas antes de la fecha estimada de parto.

Esto al principio no me gustaba nada – yo prefería aprovechar el tiempo fuera de la oficina enteramente con mi bebé además de que ni se me ocurría qué iba a hacer con tantas semanas de ocio. (A veces supongo que esa es una de las razones por las que acá hay tantas cesáreas programadas pero ese ya es otro tema… )

“Aprovéchalo para preparar las cosas de la bebé” me recomendaban.  Y yo nomás sonreía, con tal de no confesar que estoy tan emocionada que por ahí de la semana 30 ya estaba todo el cuarto armado.

Así que, medio obligada, comencé las semanas de maternidad sin tener nada de maternidad.

La primera semana vino mi mami – ¡uy! Comenzó todo con el pie derecho. Hasta ese momento me di cuenta de cuánto la necesitaba cerca de mi en esta etapa, cuánto me hacen falta sus apapachos y la importancia de todos sus consejos. A pesar de que, por su enfermedad llevemos ya más años yo siendo la “mamá” de ella que ella la mía, el simple hecho de por fin comprender todo el amor que da una madre me hace sentir que podré lograrlo.

La segunda semana gocé el “nesting” en su máximo esplendor y me dediqué a dejar todos los pendientes listos – hacer el súper como si tuviera que llenar un búnker, lavar y acomodar toda la ropa de la nena, enmarcar y colgar cuadros, fumigar, hacer reparaciones y enseñarle a la señora que me ayuda en la casa todas las recetas que hago para poderme dedicar cien por ciento a Martina cuando llegue.

Y bueno, ésta tercera semana ha sido dedicada enteramente a mi. A consentirme como nunca lo había hecho antes y aprovechar el tiempo de ocio que no he tenido desde hace más de 10 años que trabajo. Por fin puedo despertarme, darme la vuelta y leer, ir a las clases de yoga de las 9 de la mañana, decirle que sí a las invitaciones a desayunar y ni voltear a ver el reloj cuando me hacen tratamientos largos en el salón. Algo así como una despedida a mi vida actual – a estos 30 años sin mayores responsabilidades ni preocupaciones.

Y ahora sí. Ya estoy lista, Martina.

Para que llegues el día que tú quieras.

Estoy descansada y  llena de energía. Nerviosa por aprender a ser tu mamá y emocionada por que me den las 4 de la mañana viendo tu carita.

Aquí te espero, mi nena. Para que cambies mi vida entera. Para que me enseñes que no importa cuánto me haya preparado no voy a saber absolutamente nada. Y para enamorarme aún más de Andrés al verlo convertido en papá.

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