UNA BEBITA QUE YA CUIDA A SU MAMÁ

04/09/2015 8:55 pm

Nací con un lunar debajo del brazo que mi mamá decía era especial para que no le cambiaran a su bebé en el cunero.

Yo lo odiaba. Mis hermanas decían que parecía una mosca y yo me acostumbré a levantar muy poquito el brazo derecho para que la gente no pensara que tenía mugre acumulada o se me había olvidado depilarme.

Y así pasaron 30 años en los que mi cobardía ante las agujas fue más grande que mi vanidad.

Pero hace unos meses que llegó Martina el lunar empezó a crecer. Sólo que ahora además me picaba y se veía más feo.

Pensé en lo incómodo que sería quitármelo después teniendo que cargar a una bebé. O en cómo si me estaba preparando para un parto sin epidural que más daba aguantar un pinchazo y un poquito de dolor.

Y de alguna manera salió el valor que antes no había tenido. Y recibí las primeras 6 puntadas de mi vida.

Sin quejarme ni tantito.

Cuando el doctor me dijo que era su paciente más valiente, le confesé que esto era algo nuevo, que era gracias al motorcito que llevaba dentro.

En estas 2 semanas hasta se me olvidaron las puntadas. Y ayer, que me hablaron para recordarme, pasé a que me las quitaran después de mi cita con el ginecólogo.

Venía emocionada – feliz de saber que la nena sigue muy bien acomodada para nacer. Pensé que sería algo de 10 minutos y le dije al esposo que se adelantara a la oficina y yo me regresaba en Uber.

Para mi sorpresa, cuando llegué me pasaron al consultorio y el doctor me dijo que nos iba a tomar un poco más de tiempo.

Me contó que la patología no había regresado bien. Que el lunar era malo. Que no había querido decírmelo por teléfono pero que necesitaba volver a abrir y limpiar toda el área para asegurarse que no hubiera quedado ninguna célula con melanoma.

¿Melanoma? ¿Eso es cáncer?
Sí, cáncer de piel. Muy localizado, se quitó todo, vamos a limpiar el área sólo para prevenir.

PUM.

Nunca pensé escuchar esas palabras. Mucho menos solita. Quería a Andrés. Quería a mi papá. Quería llorar.

Y lloré. Lloré mucho. Hasta que la nena me pateó y me recordó que no había ido ahí solita. Y que yo ya tenía un motorcito que me había hecho valiente.

Esta vez me pusieron 4 inyecciones y me quitaron 4 veces más piel. Pero otra vez, me porté muy macha. Usé mis respiraciones del yoga prenatal y pensé en sólo en las cosas positivas que también habían pasado ese día.

Y cada que mi mente se iba, Martina me daba otra patada para recordarme que todo iba a estar bien.

Así que estoy ahora con sólo un brazo funcionando… mucho dolor y miedo de ver la cicatriz.

Pero, sobre todo, estoy tranquila de saber que lo malo que tenía ya se quitó. Confiada en que la nueva patología que llegue el martes llegará bien. Y sabiendo que soy muy afortunada de tener a una bebita que ya me está cuidando desde antes de nacer.

 

Deja un comentario

comentarios