SEMANA 24: CAMBIANDO DE DOCTOR

02/24/2015 9:29 pm

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Desde ese 20 de agosto que llegué encuerada al mundo no he vuelto a poner un pie en un hospital. Y pensar en que en un par de meses me tocará hacerlo me llena de terror.

Sí. Soy de esas que cuando ve policías y doctores, en lugar de sentir confianza, siente miedo. No sé por qué, si jamás los frecuento. Pero entre más lejitos los pueda tener, mejor.

Y es que el embarazo es tan natural como hacer pipí y hacer el amor. No me siento enferma ni me asusta tener un bebé. Pero por alguna extraña razón este proceso está lleno de miedos, estudios y bisturíes. Los doctores te tratan como si no sabes -y no debes de saber- nada. Como si fuera un proceso peligroso en donde hay que cruzarse de brazos. En donde lo que sintamos y queramos no importa y estamos a la merced del destino (o de la agenda del obstetra)…

Así que al principio no cuestioné mucho porque suponía que todo esto era normal. Que así tocaba y ni modo. Que me tenía que acostumbrar y dejar de controlar todo.

Hasta que un día, como parte de esas deliciosas coincidencias que trae la vida, se me apareció en Netflix el documental de “The Business of Being Born”. Y, como dicen en mi pueblo, “de ahí p’al Real”… me seguí con libros y más videos que me hicieron entender y dejar de tener miedo.

Ese día entendí que mis miedos no eran tontos. Que no era la única mujer que se sentía desempoderada después de ser despachada a los 5 minutos de cada consulta. Que preguntar estaba bien.

Ese día, el parto cambió de ser un proceso que lleva el doctor, a un proceso que llevo YO -y me ayuda- el doctor. A un maratón que no se decide en el KM 40, sino en cada pasito del camino.

A la siguiente cita le llevé una lista de preguntas y cosas que quería que pasaran en mi parto a mi entonces médico. Pero a todo me respondió con: “lo veremos cuando llegue el momento”.

WHAT?! ¿Cuando llegue el momento y yo ya haya firmado una hoja de que el doctor puede decidir por mí? No, señor.

Así que me puse a investigar sobre las historias de mujeres que ya habían tenido partos con él. Y claro, estaban llenas de todas esas palabras que hacen a Martina temblar: Kristeller, vacuum, fórceps, episiotomías, inducciones, cesáreas, epidurales… No habían historias de partos humanizados.

En paralelo, hablé con más y más mujeres sobre sus partos. Sobre cómo se habían sentido con las decisiones que se tomaron antes y después. Sobre qué tan involucradas las había dejado estar su doctor. Y con tristeza veía que la gran mayoría de las historias eran de angustia y dolor. De “el peor día de tu vida que sólo aguantas porque te trae lo mejor de tu vida”…

Pero eso cambia cuando hablas con las que tuvieron partos humanizados. La experiencia es completamente otra – y, en lugar de sentirse defraudadas, se sienten orgullosas y llenas de vida.

Preguntando y preguntando, dimos con Rodrigo Aybar. Un doctor completamente apasionado por su trabajo, que no voltea a ver su reloj durante la consulta y nos explica todas nuestras preguntas con fotos y libros. Uno que, comparte la misma ideología sobre partos humanizados y que, pase lo que pase en ese momento, sabemos que tomará la decisión correcta. No la que le conviene a su agenda/bolsillo.

Así que, a más de la mitad del camino, cambiamos de doctor. Y lejos de nervios, yo sentí como si me quitaran la piedra del Pípila de encima.

Hoy faltan más de 16 semanas y no sabemos si las cosas van a salir como queremos. Sólo Martina decidirá cuándo y cómo quiere nacer.

Lo que sí sé es que no vuelvo a generalizar – no todos los doctores me dan miedo. Ahora sólo me falta encontrar al policía en el que confío ;)

 

 

Si quieren saber más sobre partos humanizados, les dejo el link del blog de Rodrigo:  http://partonaturalpanama.com/

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